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viernes, 21 de agosto de 2015

Quiltrología

"San Bernardo, como todos los pueblos del mundo, tiene alguna fisionomía que la distingue de los demás: se trata aquí de una numerosa y selecta colonia de peludos habitantes, provistos de cola, que a todas horas del día se les puede ver transitar en alegres comparsas o en íntimas parejas, a lo largo de calles y paseos. Pero su punto de reunión más concurrido es la calle Eyzaguirre, hora del Tarro Party, momentos antes que pase el basurero. Éste lo más pintoresco verlos aquí practicar la vida social en todas sus formas, con el consiguiente atraso de los colegiales.

Se pueden ver aquí todas las razas existentes que el cruzarse han producido una deliciosa infinidad de tipos. ¡Qué de fantasía, qué de originalidad de pelos, qué de hocicos en esta multitud inmensa de perros nacidos de mezcla de sangres diversas, o del barajar de temperamentos contradictorios!

Y por las tardes a la hora de la digestión, es común en todas las puertas ver a un perrazo, o a un perrico, calentándose en el umbral. Aquí, uno muy viejo, que tiene obesidad de canónigo y padece de reumatismo; pero, de vez en cuando también se entrega al libertinaje. Allí algo muy raro, más o menos el producto de la unión del fox terrier y gran danés, rabo corto, las patas largas y el aire honesto y capaz. Más allá, otro tendido, con la barriga al sol, los ojos lagrimeantes, un pedazo de lengua colgando del hocico. ¡Imagen perfecta de un perro borracho!

Y las perras señores. ¡Ay, las perras! ¡Qué gracia, qué gesto, qué finura, qué aire vibrante y leve, y como unas señoras que conozco, que manera irresistible de ladrar!

Pero de lo que las autoridades deben estar más orgullosas, es del espíritu democrático de nuestra quiltrocracia. Hoy vi, no más, un esbelto galgo de la más vieja nobleza de Normandía, tal vez conservador, corriendo y retozando con un perrito proletario, perteneciente a las últimas capas caninas, socialista quizás. En Inglaterra, un perro de la Cámara de los lores, preferiría cortarse el rabo antes que lo vieran conversando con un quiltro de la plebe. Y lo que más me sorprendió, es que el proletario estaba completamente gusto, sin timidez, sin servilismo, hablando al galgo, como un igual, seguro de que Dios los hizo a ambos perros y con idénticos derechos a los huesos de este mundo." 



"Quiltrología" Crónica Editorial
Periódico MÁS. San Bernardo 19 de Junio de 1943. p3

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